En los cementerios de nuestra ciudad, en esos reservados espacios donde el tiempo parece haberse detenido para siempre, existen silenciosos, al pie de las tumbas más costosas y humildes, junto a las flores marchitas, epitafios que son: un ruego desesperado, una oración por el alma, un poema de amor o un canto a la esperanza. Y es que la muerte también inspira las más sublimes creaciones.
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