En una de las primeras fases de la enfermedad, Jesús se quejaba de que le mataban de hambre, porque no recordaba haber comido. A veces Irma se sonrojaba y nos decía a los invitados “pero si acaba de comer un tazón así de grande con leche y galletas…” En una de esas ocasiones en que estaba hambriento, yo entré en la cocina, y Jesús estaba comiendo. No quedaba más comida y él me dijo, “no queda más comida pero si quieres te doy de lo mío” y me ofreció de lo suyo. Reconozco que su generosidad me emocionó. La enfermedad podía haber acabado con su memoria, pero no con sus hábitos virtuosos. Saber mas...
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